D'amico, una rosa en la mesa

Para los antiguos romanos, la rosa era símbolo de secreto y de la confidencialidad, lo que se dijera en presencia de esta flor quedaba protegido entre los participantes. En la actualidad, su significado se mantiene vivo en el restaurante D’Amico, donde cada una de sus mesas está decorada con una rosa roja, que además de darle un toque romántico al ambiente, nos recuerda que lo que diga en la mesa se queda en la mesa.
Este pacto de privacidad, junto con la magnética personalidad de Walter y Gianmarco D’Amico, hacen que los comensales son sintamos como parte de una gran familia, enfocándonos en el placer del momento y en la deliciosa gastronomía. D’Amico, que significa amigo, no es sólo el nombre del restaurante, sino que es el apellido de la familia que lo fundó y que se encarga personalmente de atenderlo.
La historia inició cuando Walter emigró de su actual Italia a México, país que adoptó como segundo hogar. Su talento como cocinero era bien conocido y apreciado entre sus amistades, pero fue su hijo Gianmarco quien lo impulsó a inaugurar el restaurante y a trabajar en él como chef. El aprendizaje de ambos en el ámbito restaurantero ha sido empírico, aprendiendo uno del otro, compartiendo los secretos que Walter aprendió durante su infancia mientras veía cocinar a su madre, los dos son grandes talentosos y de un corazón enorme, que más que ser dueños y anfitriones, son el alma de D’Amico.

El concepto decorativo del restaurante es moderno y acogedor, gracias al espacio entre las mesas, además de ser ideal para mantener sana distancia, nos sentimos cómodos y tratados de forma muy atenta y personal. En sus pizarrones se destacan los especiales del día, mientras que de las paredes de ladrillo cuelgan cuadros que se integran a la atmósfera general, todo en perfecta armonía con las rosas rojas que llenan de vida el espacio.
Cuando se conoce D’Amico, pensamos que lo más importante es hacernos sentirnos contentos, después, que es tener un ambiente agradable, pero cuando se prueba la comida, nos damos cuenta de que ésta es el corazón del restaurante. Su propuesta culinaria se basa en la tradición familiar, en los platillos que acompañaron la niñez de Walter, en los recuerdos del pueblito campirano en el que creció, en los sabores que fue descubriendo mientras crecía, y en su infinito talento para mezclar todo esto en platillos de su autoría.
A partir de ingredientes sencillos, el chef crea maravillas culinarias que nos acarician los sentidos y nos llenan el alma de deliciosos momentos. En su cocina desfilan las alcachofas, la arúgula, los jitomates, el perejil y la albahaca, las pastas, el arroz, el aceite de oliva, quesos, pescados, pollos, carnes y por supuesto, vinos, usados para cocinar y para maridar las creaciones.
Sus pizzas son imperdibles, el risotto espectacular, el spaguetti una delicia imperdible, las ensaladas frescas, los postres roban suspiros, pero tal vez lo más delicioso es vivir la experiencia completa, la de ser recibido como parte de una familia muy querida, y que con cada año que pasa nos hace sentir más queridos.
